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La Plata, Buenos Aires

viernes, 30 de octubre de 2009



Con un pie en el avión rumbo a Cuba para participar del Festival de Teatro de La Habana, Tiempo de Soja se despide hoy de la ciudad de las diagonales con una última función en la 420. Es una obra de Ruben Monreal, con actuación de Bubu Alegre y Alejandro Orduna.

Como carta de presentación, la invitación cubana nos parece suficiente, así que les dejamos una reseña, la ficha y una crítica de El Día (que hace referencia a otra dupla actoral).

Reseña
Una historia de amor que transcurre en la Argentina de hoy, donde la soja cobra una importancia desmesurada en relación al surgimiento de nuevos ricos y una ilusoria grandeza económica.

Es allí donde los protagonistas principales, una mujer y un hombre ciegos viven diferentes desdichas esperando el milagro de la soja. Él obsesionado con este nuevo emprendimiento, mientras ella lo sigue esperando el encuentro amoroso.





Ficha
Autor, Dirección y Puesta en Escena: Ruben Monreal.
Elenco: Alejandro Orduna y Bubu Alegre.
Escenografía, Vestuario e Iluminación: David Figueroa, Eugenia Kubli.
Diseño Gráfico: Planeta 6.
Fotografía: Espacio [ f ]
Fecha: Viernes 30 de Octubre
Hora: 22:00 hs
Lugar: Sala 420, 59 e/ 12 y 13







 Extractos Crítica El Día (Jorge Monteleone)


Campo Argentino

(...)Aun cuando existen numerosas situaciones particulares y una desigual distribución de ganancias, en nuestros días la sobreexplotación de la soja en el campo argentino ha creado un movimiento económico y social que, además de divisas y nuevos ricos, produjo algo más: una equívoca ilusión de grandeza. En su reciente obra Tiempo de soja, que él mismo dirige, Rubén Monreal explora esa ilusión hasta exhibir sus contenidos vacíos, su carácter quimérico. Un hombre y una mujer ciegos, Ñancul y Patora, hacen honor a su nombre de personajes de historieta porque son verdaderas caricaturas del hombre y la mujer de campo: él es un campesino productor, obsesionado por la soja y ella lo acompaña, intentando que abandone sus delirios de veloz enriquecimiento para reemplazar el "tiempo de soja" por el "tiempo de apareo" y llegar así al deseado encuentro amoroso. Rodeados de un arado decrépito, un tractor en ruinas y una maquinaria que corroe el óxido; flanqueados por almácigos y macetas con soja donde sólo crecen los cardos y la maleza; estafados, atravesados por la globalización que los excluye y por el calentamiento global que los arrasa con inviernos y veranos y nevadas y ventarrones inesperados y extemporáneos, Ñancul y Patora viven el ensueño del tiempo de la soja a la espera de un milagro hueco. No es casual que en la verborragia absurda de su lenguaje campero citen como al pasar a los dos personajes de Esperando a Godot, de Samuel Beckett: Vladimir y Estragón. Como ellos, esperan algo que no llegará jamás, mientras su propio lenguaje gira sobre sí mismo, en el umbral del absurdo y de lo incomunicable, a medias entre el gesto del opa y del desesperado. "La tierra se cansa de ser siempre lo mismo -dice la mujer- La tierra que te queda soy yo". Sólo al quebrar con el acto amoroso el autismo, la procreación, como forma suprema de creación, puede eludirse la sequía futura, la tierra yerma, esa nada que el delirio confirma.

Es evidente que ésas son algunas de las buenas intenciones estéticas de Tiempo de soja, pero su compleja apuesta sufre una realización imperfecta y un texto a veces desajustado. Muchos párrafos en los cuales la libre asociación busca quebrar el sentido común están lejos de sorprender: el texto reitera efectos expresivos y aunque tiende a un desenlace, carece de tensión, así sea la del absurdo. (...)Pero tiene sus destellos, sus arrebatos cómicos en los cuales el resultado es pleno: los momentos en que la acción se acerca al gag son los más eficaces de la pieza, haciendo honor a las destrezas actorales del clown que Monreal supo aprovechar para su puesta. Es difícil discernir si el vestuario, que aspira a ser incongruente y absurdo en el medio campesino, es ridículo por los personajes mismos o por cierta pobreza imaginativa para hallar otra solución estética menos evidente. La escenografía, aunque parece algo abigarrada, es funcional al medio que representa. La iluminación se ajusta al sentido y siempre sugerente en sus mutaciones. Estuvieron a cargo de Lisandro Argañarás, David Figueroa y Eugenia Kubli.

Tiempo de soja tiene al menos dos virtudes. Una es el proyecto estético mismo de la pieza de Monreal, que toma sus riesgos, para que el teatro ofrezca una visión inmediata de la escena social y la procese artísticamente. La otra es la imagen nítida que deja de esos dos personajes rurales, cuyo delirio cómico es la contracara de las tensiones históricas más urgentes, que hoy mismo nos inquietan.

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