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La Plata, Buenos Aires

viernes, 16 de septiembre de 2011

Desde hoy y hasta el martes (saltando el lunes) se proyectará el documental Montando al Zorro, del director y guionista plantese (por adopción) Juan Ignacio Domínguez, en el Pasaje Dardo Rocha (50 e/ 6 y 7), a las 18 hs. Va una nota de Diagonales y una entrevista de Escribiendo Cine.

Vía Diagonales
"¿Surgió de bajo tierra? / ¿Se desprendió del cielo?". Así comienza un bello poema del recordado Oliverio Girondo, llamado "Aparición urbana". Y como una figura etérea, mágica y cautivante, El Zorro se apareció en la cabeza de Juan Ignacio Domínguez, joven cineasta de nuestra ciudad. "Pasé mi infancia en Micaela  Cascallares, cerca de Tres Arroyos,  de donde era El Zorro. Un poco la historia me llegó de  oído, de algún modo somos contemporáneos, y en un momento me dí cuenta que todo lo que le pasó lo convertía en el personaje perfecto para una película." Pero quién es El Zorro, preguntarán los desprevenidos. Se trata nada menos que de un caballo que es toda leyenda en el particular y encantador universo de la doma. Zorro fue reservado especial y al cabo de dos décadas se mantuvo invicto. Corcoveó en 157 jineteadas, recorrió 82.067 kilómetros y visito siete provincias.

Comenzada en enero de 2006 y finalizada en septiembre del 2010, su historia es un documental de 80 minutos de duración: Montando al Zorro. En el transcurrir de la película resurge el mito del invencible caballo, incluso para los mismo realizadores. "Comenzó como algo menos involucrado, pero con el tiempo de elaboración nos fuimos apropiando de algún modo de la imagen del caballo". Este resurgir de la imagen del Zorro –explican sus realizadores– viene de la mano de una mirada contemporánea que se manifiesta en el trato artístico del variado material Súper 8, la fotografía y el registro en video. Juan Ignacio Domínguez explica que el documental fue tratado "en capas, sobre todo la imagen del Zorro", que acabó concibiéndose como un ser mítico y hasta místico.

La biografía documental dirigida por Domínguez revive íntegramente su historia desde sus primeras montas, hasta su despedida en Bragado con Rufino Montiel, pasando por los testimonios de más de 15 entrevistados, entre ellos su dueño, Omar Passarotti, y la invalorable presencia de jinetes históricos como Ismael Santamaría, Jorge Aristegui (10 veces campeón en Jesús María), Claudio Nielsen, José Prátula y otros.

 Se hace también un repaso por los años ´70, ´80 y ´90 en el mundo del tradicionalismo, generando una profunda y eterna empatía emocional con la historia de este caballo.

El pingo debutó en 1975, comenzó a ganar fama y en 1978 se produjo el enfrentamiento por todos esperado: lo esperaba el gran Tucuta Schan, el mejor montador de todos los tiempos. La cosa duró poco: en el segundo salto El  Zorro se lo sacó de encima. De a poco, el caballo comenzó a convocar a miles de criollos en los campos de doma y por distintos lugares del país nadie podía con el invencible pingo de 640 kilos.

Con genuina humildad, Domínguez dice sentirse orgulloso del trabajo realizado y cuenta que la recepción del público varía acorde al lugar: "En Tres Arroyos quizá la gente sabía más de la historia que en La Plata, pero todos terminan interesándose y algunos se han fanatizado con el caballo." El Zorro falleció de viejo en el año 2000 y sus restos reposan en una suerte de mausoleo que su antiguo dueño construyó. Pero su espíritu, robusto e indomable, sigue galopando. O como cierra el citado poema de Girondo: "Hablaban de un caballo / Yo creo que era un ángel."

 Vía Escribiendo Cine
Qué nos podés comentar de tu película?
Que es la película del “Zorro”, el caballo de doma más importante del país. Que tuvo una vida trágica y heroica, que su corcovo rebelde es el motor artístico de un proceso de trabajo de muchos años que indaga en lo tradicional y contemporáneo para poner en órbita y revitaliza creativamente la imagen del caballo. Dista de ser un documental clásico y aburrido, se sumerge en el suspenso, es como un tren, un viaje, como subirte a un caballo y corcovear una hora y media entre lo desconocido. No es súper acción, sino “aquí y ahora” emocional, que luego vuelve a la estación inicial, a la sala, a la butaca y te deja un vínculo de amor inseparable hacia un caballo.
¿Qué implica para la película participar del BAFICI?
Poder acceder a compartir la sala con un montón de gente que se va a encontrar con otro mundo que quizás ni conozcan. La película va a ser el vehículo hacia la historia del Zorro, un mito en gestación. Es la primera vez que vengo al BAFICI, le tiro buena onda. El Zorro es pueblerino pero le gusta ir a la ciudad y que lo miren todos, sentarse en una linda sala y verse en pantalla grande.
¿Cómo vislumbras el futuro de la película a través de la participación del festival?
Espero que se expanda, que tome la dimensión universal que necesita. La arrastramos con bueyes hasta ahora, hasta donde nos dio el cuero, que siga su camino, que llegue a las nubes.
¿Cómo te definirías como director?
No me siento “director”. Es mi primer largometraje, pasé por mil etapas, pudo haber sido mi muerte, pero fue mi nacimiento. En un principio me hice el boludo, pensé que podía hacerla desde afuera, he hice una cagada, un caballo de madera. Luego lo rompí todo, lo empecé de vuelta, sabía que tenía que ser de carne, hueso y corazón.   Para eso tuvo que pasar mucho tiempo. Y eso es lo que lo convierte en algo vivo, una parte mía y de todos los que convivimos dentro de la película.
¿Qué te imaginás que puede pasar con la película el día de finalización del festival?
Se convertirá en otra cosa, espero que la miremos distinta. El Zorro habrá jineteado en Buenos Aires y será parte de otra gente que lo recordará para siempre. No sé si le prenderán una vela y pedirán deseos pero, cuando vean un caballo, se morirán de amor.

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